A 18 años de la tragedia del Ycuá Bolaños: el perdón a través del dolor de una madre

 

Ella era una joven embarazada de 8 meses, trabajaba como cajera en el supermercado Ycuá Bolaños de Trinidad y tenía muchas ilusiones en torno al niño que venía en camino y la vida misma. Aquel 1 de agosto del 2004 marcó su vida para siempre. Ella sobrevivió, su pequeño se convirtió en su ángel un año y medio después, pero a pesar de todo, su corazón necesita perdonar a quienes cerraron las puertas esa mañana y dejaron morir a más de 400 personas, convirtiéndose en la peor tragedia en tiempos de paz.
Liliana Patiño recuerda que ese domingo, fresco y soleado, se levantó alrededor de las 07:30 porque debía estar en el supermercado Ycuá Bolaños a las 09:00. Fue en colectivo. Era una mañana normal.
“Como toda embarazada en esa etapa, iba al baño con frecuencia, así que a eso de las 11:10 caminé hasta el sanitario. Al salir, paso por el salón de ventas que estaba al fondo y veo a la gente corriendo, gritando, no sabía qué hacer, así que fui hasta la verdulería y no pude avanzar de la gente que ya estaba aglomerada, otros seguían corriendo desesperados”, cuenta Liliana mientras su voz se va pausando.
Recuerda que tenía puestos unos suecos con medias finas, así que se descalzó, quedándose con las medias para poder correr, aunque la panza ya no se lo permitía.

La memoria visual y fotográfica de Liliana sigue intacta, recuerda cada detalle, con dolor, con tristeza, como si el tiempo se hubiese detenido.
“Traté de retomar hacia la zona de la portería, donde quedamos muchas personas, yo bajé para abrir la puerta de cada baño, recuerdo que vi a un compañero asmático con su cabeza por el inodoro, otros pedían socorro, había muchas criaturas, mientras yo con mi panza no sabía hacia dónde ir, así que volví a subir las escaleras que ya estaba llena de gente. Todos nos quedamos atascados, yo me desvanecí”.
La mayoría de las personas que estaban en la misma zona no sufrieron quemaduras, aunque sí complicaciones por inhalación de humo.
Desde afuera, la gente se acercaba para ayudar y los equipos de emergencia que iban llegando hicieron un boquete en la pared y comenzaron a rescatar a las víctimas. Entre ellas estaba Liliana. Los sacaron por la calle Bogotá y el traslado a los centros asistenciales se hizo de inmediato.
La joven en estado de gestación fue llevada hasta el Sanatorio Italiano, donde le practicaron una cesárea de urgencia. Tanto ella como su bebé se encontraban muy graves, por lo que ambos fueron intubados.

El calvario por encontrar a su hija
En paralelo a lo que estaba pasando Liliana, su madre sufría otro calvario: la desesperación de no encontrar a su hija.

Fueron tres días de vía crucis, de recorrer hospitales, morgues improvisadas y medios de comunicación que manejaban la lista de desaparecidos, internados y fallecidos.

Finalmente, al tercer día de búsqueda incansable, cuando la mujer recibió la noticia de que no estaba en el Hospital Rigoberto Caballero, una persona “enviada por Dios” le dijo que había tres “NN” en el Sanatorio Italiano.

La mujer por fin encontró a su hija y a su nieto, muy graves pero con vida.
El bebé que vivió en IPS un año y medio
La joven madre y su niño permanecieron durante más de un mes en el sanatorio privado y el Gobierno se hacía cargo de los gastos.

Liliana se iba recuperando y no entendía por qué nadie le decía nada de su hijo ni por qué nadie le mostró a su bebé.

Llegó el momento en que pudo preguntar y fue su madre la encargada de contarle la situación médica: “hipoxia perinatal severa fue uno de los diagnósticos. Él sólo se movía de vez en cuando, no fijaba la mirada, fue siempre mi angelito”, cuenta con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada.

El Gobierno decidió realizar el traslado de las víctimas graves al Instituto de Previsión Social, entre ellos el hijo de Liliana, que estuvo allí un año y seis meses, hasta que falleció.

“Agradezco tanto la empatía de la gente, vivía gracias a las donaciones; mi hijo en el hospital, mis hermanos pequeños y mi mamá que era madre soltera. Me donaban pañales, la leche especial que él tomaba y en IPS no había. Yo estaba sin trabajo”, recordó.

Otra persona que se mostró muy empática fue la doctora que estaba de guardia la noche que falleció su niño. “Recuerdo que era una noche fría, me llama la doctora, me dice que mi bebé estaba mal y que en cualquier momento se iba, me dijo con lágrimas. Esa empatía de su parte me ayudó a desahogarme, me dijo que yo no me ponga así porque él ya iba a descansar y que yo podía tener más hijos. Dolió tanto. Falleció el 24 de febrero del 2006, a los 1 año y medio”.

“Yo les perdono a los Paiva”
“Después de la muerte de mi hijo fue tan difícil, pero estoy viva para contar, y si se trata de perdonar, yo les perdono a los Paiva, porque yo creo que ellos no se imaginaron la magnitud de lo que podía pasar, no creo que todo esto haya podido pasar por su cabeza, la muerte de tanta gente”, reflexiona 18 años después de la tragedia.

Cuenta además que otro de los momentos muy difíciles fue cuando se enteró de la muerte de la mayoría de sus compañeros, los trabajadores del Ycuá Bolaños, y recordar la cantidad de criaturas que ese día ingresaron al supermercado y que también perdieron la vida.

En medio de la tragedia, del dolor por ver a su hijo sufrir las consecuencias de haber inhalado tanto humo, de haber quedado sin trabajo, en el 2005 Liliana fue contratada para trabajar en el Call Center del IPS para que pudiera solventar parte de los gastos de su hijo en ese entonces. Hasta hoy sigue siendo funcionaria de esa institución.

Aquel 1 de agosto de 2004
El incendio se inició en la zona del patio de comidas, mientras que los propietarios dieron las órdenes de cerrar las puertas, de cuya consecuencia murieron unas 400 personas, dejando familias desmembradas, heridas en el corazón de padres, hijos y hermanos que nunca sanarán.

Prosiguió un juicio muy incidentado, indemnizaciones que aún no son saldadas y un memorial donde todavía se llora la ausencia de quienes ya no están y la falta de justicia.

Abc

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