Don Chingolo, el hombre que derribó una avioneta de un pelotazo

Si uno visita la cancha del club General Genes en Villa Morra, probablemente vea a un hombre de edad avanzada, caminar lento y mirada amable, acompañado de una perra, su fiel compañera. Fidel Trigo, o don Chingolo, guarda una historia increíble que lo ata al sitio: a sus 18 años, derribó una avioneta de un pelotazo, en ese mismo gramado.

Observar la práctica de los pequeños de la Sub 9 del Asunción Rugby Club en la cancha del club General Genes forma parte de las actividades de nuestro personaje. Se sienta en las gradas, camina como montando guardia hasta el portón y vuelve, carga agua en una botella desde el grifo y continúa mirando el entrenamiento.

Todos allí lo conocen, lo saludan y charlan con él. Otras personas llegan para entregarle comida y frutas. Él agradece y los guarda en el monoambiente que es su hogar en el que vive solo desde hace muchos años. La pequeña construcción está situada en una esquina de la cancha, pegada a las oficinas administrativas del club.

En febrero de 1957, don Fidel tenía 16 años y era futbolista del club General Genes. Esa tarde, disputaban un partido de fútbol contra el Presidente Hayes y como en otras ocasiones, el piloto civil, Alfredo Lird, hacía vuelos rasantes sobre la cancha. El sonido del motor de la avioneta impedía que se escuchara la charla técnica, y fue el comienzo de esta historia.

Para escucharla de primera fuente, primero hay que ganarse la confianza de su perrita, quien gruñe a todo aquél que se le acerca. Como buena guardiana, estudia al “intruso”, lo olfatea y si lo aprueba, lo hace saber con un alegre movimiento de cola, seguido por un cariñito del amo y la charla está asegurada.

Una patada certera

Don Fidel Trigo o Chingolo sonríe ante la pregunta. ¿Es usted quien derribó una avioneta de un pelotazo? “Sí, fui yo’’. Es que no podíamos escucharle al entrenador y entonces, como el piloto era mi amigo, le dije al entrenador: eheja ta arregla ñandeve koa (dejá que esto lo arreglo yo).

“Salí al mediocampo y le metí un pelotazo hacia arriba. Dio justo entre la hélice y la tapa del motor. Se rompió la hélice y la tapa de motor se cayó cerca del arco. El avión fue a pique y terminó a unos 200 metros entre unas plantas de jukerí –que entonces proliferaba en la zona– a unos 20 centímetros del suelo”, memora don Chingolo.

No hubo heridos y el accidente terminó convirtiéndose en una anécdota que todos recuerdan con humor, hasta el piloto del avión, Alfredo Lird, su amigo.

Entre nubarrones de la memoria

Hay fechas, nombres y momentos, que don Chingolo recuerda a la perfección, como la dirección del bar en el que trabajó por varios años en Buenos Aires. “Suipacha casi Corrientes, cerca del obelisco, ahí yo trabajaba. El dueño me quería mucho, porque yo era muy responsable, no fumaba y no tomaba”, memora.

“Con el piloto Lird éramos muy amigos. Había días en que me pedía que le acompañe a visitar a su novia. Yo me quedaba en su auto mientras el cumplía con su visita y como a veces se tardaba mucho, le decía: ‘Que pucha, Chirulo, porque así le decía yo, mientras vos comes besitos yo estoy acá mirando el volante de tu auto’ (cuenta entre risas).

Otra jugada que le hace la memoria, a sus ya 83 años

Sin embargo, hay más datos y pasajes que no logra recordar con claridad, como el nombre de su esposa ya fallecida. “Yo le decía siempre ‘Tatita’’’, se excusa. Don Chingolo tampoco recuerda el nombre de su perrita. “Ella es mi amiga”, dice mientras le acaricia la cabeza.

Aunque vive en una precaria vivienda, don Chingolo dice que no tiene necesidades. Afirma que no tiene ningún problema de salud. “Yo estoy muy bien, no me falta nada, y tengo muchos amigos”.

Fidel Trigo fue reconocido internacionalmente por aquel pelotazo que derribó la avioneta cuando era futbolista del club General Genes. Periodistas de varios medios de comunicación lo visitaron y contaron su historia. Él recuerda que marcó el gol que le dio la victoria a su equipo ante el Presidente Hayes en esa misma jornada.

El fútbol, sus aventuras con el piloto Lird, su esposa Tatita, sus días en Buenos Aires, las tardes en la cancha, el pelotazo, la avioneta, forman parte de las memorias no escritas de don Chingolo, que 65 años después, sigue pasando en versión oral de generación a generación, de quienes lo conocen. ABC

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