Un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter ha sacudido la madrugada de este lunes las provincias del sureste de Turquía y el norte de Siria, según ha informado el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS).
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha informado de que en su país hay al menos 912 muertos y más de 5.300 heridos. “No sabemos cuánto se elevará [el número de] vidas pérdidas”, ha reconocido el presidente, debido a que todavía queda un gran número de personas bajo los 2.800 edificios que se han venido abajo.
En Siria, se han notificado de momento 384 muertos, 237 en áreas del país controlados por el Gobierno de Damasco y otros 147 en zonas del noroeste en manos de la oposición, según diversas fuentes consultadas por la agencia Efe. Además, hay centenares de heridos.
Se trata del mayor terremoto registrado en los dos países en casi tres décadas, según sus respectivos observatorios sismológicos. El movimiento se ha sentido con fuerza en 14 países, entre los que se encuentran Líbano, Israel, Chipre y Jordania.
“Nuestra prioridad es sacar a las personas atrapadas bajo los edificios derrumbados y trasladarlas a los hospitales”, ha dicho el ministro del Interior turco, Suleyman Soylu, que ha anunciado la declaración del nivel más alto de alarma. También se ha puesto en estado de alerta a las Fuerzas Armadas en la zona para participar en lo que sea necesario. “Estamos recibiendo notificaciones de muchos lugares, nuestros equipos de salvamento han sido enviados a la zona, se están preparando y enviando aviones de carga”, añadió el ministro. Ankara ha emitido una petición de ayuda internacional y varios gobiernos han respondido ya: el presidente de EE UU, Joe Biden, ha puesto a disposición de Turquía la ayuda de la agencia USAID y el vecino Azerbaiyán ya ha enviado a 370 efectivos de protección civil. La Unión Europea también se ha comprometido a prestar asistencia.
La presidencia de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD), encargada de coordinar las operaciones de búsqueda y la ayuda a los damnificados, ha reconocido que hay “un gran número de edificios dañados”. “Pedimos a la población que, especialmente en las próximas horas, no entre a los edificios afectados”, dijo Orhan Tatar, representante de AFAD.
Numerosas viviendas, muchas de siete u ocho plantas, se han convertido en montones de escombros sobre los que los equipos de emergencia y los propios vecinos trabajan retirando cascotes. Las labores se llevan a cabo en condiciones meteorológicas muy difíciles, pues Turquía sufre una fuerte borrasca con lluvia y fuertes vientos que han obligado a la cancelación de vuelos. En la zona del terremoto, las temperaturas no superan los 5 °C y localidades como Malatya, donde hay más de un centenar de edificios destruidos, están cubiertas de nieve.
En el centro de coordinación de AFAD, e incluso en las redes sociales, se reciben continuamente llamadas mediante las que personas atrapadas piden ayuda de forma desesperada. Por ello, las autoridades turcas han pedido reducir el uso del teléfono y de internet en la zona para los casos de emergencia y, según la cadena Habertürk, se baraja poner en marcha sistemas de internet por satélite, como Starlink, para dar cobertura a la zona. También se ha pedido no usar vehículos excepto en casos de extrema necesidad porque, en las primeras horas tras el seísmo, muchos se echaron a la carretera tratando de alejarse de las zonas de edificios, lo que causó que se bloquearan las vías por las que tenía que llegar la ayuda.
El epicentro del seísmo, que duró unos 30 segundos en torno a las 4.17, hora local, fue la provincia de Kahramanmaras, unos 600 kilómetros al sureste de la capital turca, Ankara, en la zona donde la placa tectónica de Anatolia hace contacto con la placa arábiga. Se produjo a una profundidad de siete kilómetros, y, según el Observatorio Kandilli de la Universidad del Bósforo (Estambul), fue de 7,4 de magnitud, que ha sido elevada a 7,8 por el USGS. Se trata del terremoto de mayor violencia desde el que, en 1999, sacudió la costa del mar de Mármara y Estambul, con un balance de 17.000 muertos. Tras el primer movimiento telúrico, se han producido más de 50 réplicas, algunas de hasta 6,6 de magnitud, y el Observatorio Kandilli advierte de que pueden prolongarse incluso durante un año.
Las provincias de Gaziantep y Kahramanmaras son las más afectadas, con 80 y 70 muertos, respectivamente, y centenares de heridos. El gobernador de Osmaniye, Erdinç Yilmaz, ha confirmado ya al menos 20 fallecidos en su provincia y 65 edificios destruidos. El de la provincia de Sanliurfa, Salih Ayhan, ha reportado 18 muertos y 30 heridos en 19 edificios derrumbados. En Adana, al menos tres edificios se han venido abajo, incluido uno de 17 plantas. En Malatya, las autoridades provinciales han notificado 140 edificios destruidos, más de 100 heridos y al menos 47 muertos. En la provincia de Hatay, un gasoducto ha estallado provocando un incendio y también han resultado dañados varios hospitales.
El presidente del país, Recep Tayyip Erdogan, ha transmitido sus “mejores deseos” a todos los ciudadanos que se han “visto afectados por el terremoto, que se ha sentido en muchas partes” del país. En su perfil de Twitter, ha indicado: “También coordinamos las obras iniciadas después del terremoto. Esperamos superar este desastre juntos lo antes posible y con el menor daño posible, y continuamos con nuestro trabajo”.
Mientras, en la vecina Siria, las autoridades de las zonas rebeldes han hecho un llamamiento a los residentes para evacuar los edificios e ir a lugares abiertos lejos de los inmuebles, mientras los equipos de rescate buscan a las personas atrapadas bajo los escombros y dificultados por las fuertes lluvias. En esta zona se concentran varios millones de desplazados por la guerra que, en muchos casos, viven en precarias viviendas. “No hay cifras oficiales aún, pero se habla de decenas de muertos y cientos de heridos, muchos atrapados bajo los escombros”, escribió en Twitter la cuenta de los Cascos Blancos, una organización de protección civil en las áreas rebeldes, que ha pedido a la comunidad internacional que se movilice para enviar ayuda. Decenas de edificios se han venido abajo y en muchas localidades se ha interrumpido el suministro eléctrico.
La agencia oficial SANA, citando a un funcionario del Ministerio de Sanidad, afirmó que según las “primeras estimaciones” se han producido al menos 230 muertos y que más de 600 personas han resultado heridas en las áreas de Alepo, Hama y Latakia bajo control del Gobierno de Damasco. El Ministerio de Defensa ha anunciado la movilización de todas las unidades para asistir a los afectados, efectuar tareas de búsqueda y rescatar a los que estén aún bajo los escombros. Y el Ministerio de Petróleo y Recursos Minerales ha comunicado el cierre de la mayor refinería de petróleo del país, Banias, por “daños en las instalaciones”. El Ministerio asegura que la instalación volverá a operar en menos de 48 horas.
En Damasco, la capital siria, y en las dos principales ciudades libanesas, Beirut y Trípoli, varias personas salieron a las calles al sentir el temblor y muchas huyeron en coche. Horas más tarde, el ministro libanés del Interior, Basam Maoulaoui, ha señalado que ningún edificio se ha derrumbado, aunque ha exhortado a los habitantes de inmuebles antiguos a evacuarlos “si ven fisuras, para evitar una nueva catástrofe”, informa Antonio Pita.
Turquía está situada en una de las zonas sísmicas más activas del mundo. El último gran seísmo, conocido como el terremoto de Izmit, ocurrió el 17 de agosto de 1999 y tuvo una magnitud de 7,6 que dejó más de 17.000 muertos. En 2011, sendos terremotos en la provincia de Van, mataron a más de 700 personas. En octubre de 2020, otro terremoto de 6,9 causó 26 muertos y 800 heridos en la costa turca del mar Egeo y las cercanas islas griegas.
En los últimos años, Turquía había implementado medidas para mejorar la preparación y respuesta ante los desastres sísmicos, entre los que se ha incluido la construcción de edificios resistentes al terremoto, si bien no todo el parque inmobiliario ha sido sustituido. La falta de inspecciones también hace que no pocos constructores se salten las normativas.